Segunda parte del post anterior. Para evitar
spoilers, se debe leer el otro primero ^_^
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Los espectadores, que hasta ese momento habían estado en silencio, lanzaron suposiciones al aire. Los smartphones ardían. ¿Qué iba a pasar ahora? «Es una estrategia, ya nadie ve este programa» decían muchos. «Lo dudo, y si es eso, a mi que no me esperen la semana que viene» contestaban otros.
Por fin volvió la emisión. La cámara mostraba a entrevistadora y entrevistado hablando en voz baja, casi como haciéndose confidencias, cuando cesaron los aplausos y comenzó la segunda parte de la entrevista. Ella volvió a mirar a la cámara y recordó a los espectadores el punto en el que estaban y lo que había venido a decir Martí.
—Pues sí, mis queridos espectadores. Lo que he venido a decir esta noche es que el crimen lo cometí yo.
Silencio.
La entrevistadora, sin darse cuenta, dejó caer sus papeles al suelo.
El técnico se sobresaltó, moviendo la cámara, y el resto de la entrevista ella quedó casi fuera de plano.
A nadie pareció importarle o siquiera darse cuenta.
—¿Qué?
—Ah, ¡qué bien sienta decirlo! Tanto tiempo construyendo mi historia. Casi había olvidado cuál era la verdad. Pero sí, le maté yo.
—Pero, ¿todo lo que nos acabas de contar?
—Los espectadores tenían que saber lo que pasó en el juicio. Ahora puedo contar cómo trabajé esa mentira hasta el punto de que, hasta hace cinco minutos, todo el mundo se la creía.
—¿Por qué…?
—¡Ya llegaremos a eso! Lo primero es saber cómo conseguí que me declararan inocente.
—Los testigos…
—Y el perito. Bien, no hay nada más creíble que alguien que no conoces de nada y no tiene ninguna relación contigo hable en tu favor. Pero, claro, que nadie pudiera encontrarnos relación no significa que no nos conociéramos, ¿no?
—¿Les habías pagado?
—¡Pagado! ¡Qué banal! —rió, y de repente sus ojos parecieron terroríficos.
—Entonces…
—Nuestra relación iba más allá de los bienes materiales. Nunca me importó nada de eso. Ni el dinero, ni las joyas…
—El cuchillo…
—El cuchillo sí. Era importante. Tenía que ser ese. El perito habló muy bien de la copia que se fabricó mientras se desarrollaba el juicio. ¡Fue perfecto! Convenció a todo el mundo de que el original era la copia, y viceversa.
—Y tú no conocías al perito.
—De nada. Un completo desconocido. Ni siquiera era amigo de un amigo de un amigo. ¡Más de seis grados de separación entre nosotros!
—Pero, entonces, ¿por qué mintió por ti?
—Porque nosotros nos reconocemos. Estamos por todas partes, pero pocos nos detectan. Pero, cuando nos miramos a los ojos, sabemos quienes somos. Y cuando estuve en problemas, le buscaron y se aseguraron de que le escogían a él para este trabajo.
—¿Ellos?
—Nosotros. La Sociedad.
—¿Una secta…?
Le miró. Ahora estaba furioso, no quedaba rastro de su serenidad inicial.
—¡No! La única palabra verdadera. Los que devolveremos a los que reposan dormidos a su lugar en la Tierra.
La periodista se acurrucó en la silla. La locura en los ojos de Juan Martí la había paralizado en el sitio. A ella y a todos los televidentes. Juan continuó.
—No está muerto lo que vive eternamente. Y ellos solo esperan nuestra señal. El viernes 13 del séptimo mes llegará el Despertar, así dicen los antiguos textos. Me obsesioné con el cuchillo, ¿sabes…? A nadie de mi familia parecía importarle. Era bonito y caro, de buena factura. Pero a mi me obsesionaban los símbolos. Los del mango, los de la hoja. Mi madre decía que no significaban nada. Yo sabía que no era así, lo que pasaba es que no los entendíamos. Me costó mucho encontrar a alguien que pudiera ayudarme. Finalmente encontré un manuscrito en la biblioteca de la Sorbona, en París. En él se hablaba de mi cuchillo, de cuándo se forjó y de cuándo se perdió… hasta que acabó en manos de mi familia hace ya seis siglos. Y un día les encontré, mejor dicho, ellos me encontraron; y me llevaron a sus cuevas excavadas bajo tierra por los Antiguos. Y allí, rodeados de las calaveras de los fundadores de la Sociedad, leímos los antiguos pergaminos y comprendimos el significado de las profecías.
Y todo se torció por una pareja que abandonó la discoteca para echar un polvo rápido.
La última frase la había dicho con resignación, casi parecía de nuevo la persona que había entrado al plató hacía solo una hora. Pero cuando volvió a mirar a la cámara, la locura era evidente en su mirada.
—No quiero que tengan miedo. Es lo más importante. Ellos son los que van a marcar nuestras vidas a partir de ahora. Nosotros estaremos a sus órdenes, igual que ustedes.
La presentadora salió de su trance por un momento.
—¿A partir de ahora? ¿Por qué a partir de ahora?
Juan rió como un maníaco.
—¡Seis años! Hoy vuelve a ser viernes y 13 de julio. Los astros son propicios de nuevo. Y, ¿sabe qué? Nadie les va a interrumpir. Mientras yo estoy aquí, los míos están consumando el ritual. Y nadie habrá reparado en su presencia.
La periodista se recompuso en el sitio, y reunió el suficiente valor como para mirarle a los ojos.
—Estás loco. Te van a detener, por ser tan estúpido de confesar un asesinato en directo, de implicar a tus ayudantes y de…
La frase quedó en el aire cuando las luces del plató se apagaron de golpe.